Ya
han transcurrido diez años desde que aflorase, en el último trimestre
de 2007, la crisis de repercusión mundial casi supera- da, pero que ha
costado una década de sacrificios, desapariciones de empresas, crisis
financieras y desempleo. Un década también de políticas económicas
acertadas, y en ocasiones desacertadas por la incertidumbre que en la
planificación de la economía de futuro supone el desconocimiento de los
accidentes no previstos, que siempre provocan inseguridad.
Se
inicia una nueva década para la que es necesario planificar el futuro,
previo profundo estudio, y que no abusando del proteccionismo y no
olvidando controlar un rápido crecimiento conduzca a superar, absorber y
compensar la imparable y vertiginosa automatización, la electrónica, la
robotización y la digitalización; que, si bien provocan riqueza y
crecimiento económico, pueden ser el origen de un desempleo preocupante,
puesto que la sofisticada y cambiante creatividad sólo demandará alta
especialidad profesional y un cambio estructural rápido y adaptado a las
nuevas técnicas de todos los centros de formación.
Es
indudable que la digitalización disminuirá el empleo administrativo y
la automatización de puestos de trabajo manufactureros. El que menos lo
sufrirá será el sector servicios.
La empresa y, como
consecuencia, el empresario necesita reaccionar, innovando y en muchos
casos acometiendo una transformación profunda y costosa que le permita
la supervivencia. Si el emprendimiento tiene como objetivo satisfacer el
consumo, este mercado está experimentando un continuado cambio en la
demanda. Se ha instalado una nueva crisis parcial basada en la guerra de
precios. El consumidor exige grandes descuentos a la ya muy competitiva
oferta, lo que conduce a una sensible pérdida en los rendimientos de la
misma.
Por
otro lado, la electrónica innovadora elimina del mercado productos
tradicionales o reduce su tiempo de permanencia en el mismo, provocando a
las empresas existencias inmovilizadas en sus almacenes y una
disminución de tesorería.
La venta electrónica se ha instalado y
crece a un gran ritmo. Permite la compra sin desplazamientos, un
servicio a domicilio rápido incluido, un pago igualmente electrónico y
la facultad de devolución si no agrada el producto, con el abono del
precio satisfecho. Este sistema de ventas ha creado un serio problema a
las grandes superficies, a las grandes cadenas, incluso al pequeño
comercio detallista, provocando cierres de grandes superficies en
Estados Unidos y otros importantes países. En otros casos, han instalado
el doble sistema de ventas tradicional y electrónico con resultado
incierto.
La
estructura de venta electrónica requiere una disponibilidad del
producto inmediata, pero su organización interna es más simple y barata
que la tradicional.
Por todo lo expuesto, la supervivencia de la
empresa, en un importante porcentaje, necesita la transformación urgente
de su estructura, para lo cual deberá tener en cuenta:
1) Estudio detallado de la aceptación de sus productos en los nuevos y cambiantes mercados de consumo.
2) Desarrollar una creatividad original continuada y competitiva.
3) Ser diferente en el producto y la presentación.
4) Mejorar las relaciones y la atención personalizada con el cliente.
5) Abrir nuevos mercados.
6) Dotar su tesorería de la cobertura necesaria, y
7) Ampliar su capacidad de cuantificar el riesgo en la toma de decisiones de forma permanente.
El
abandono de la reestructuración y la falta de tesorería pueden conducir
a la necesaria fusión, absorción, cambio de actividad, incluso
liquidación y cierre, de algunas empresas. En los casos de venta o
fusión el proceso es deseable, pero complejo y largo en el tiempo, y
precisa de la preparación de una amplia información –Data Room–
siempre exigida por el posible comprador. El futuro económico incierto
que la automatización y la electrónica provocará, incumbe también al
sector financiero y al propio Estado.
El sector financiero
El
crecimiento vertiginoso de una nueva economía de mercado apoyada en el
progreso imparable de la ingeniería electrónica creativa puede conducir,
como en otras grandes crisis, a la pérdida de la capacidad de prever y
cuantificar el riesgo posible por el dominio del impulso de las
operaciones especulativas por cuenta propia sobre el sistema financiero
–aún con alguna debilidad procedente de la última recesión y su cada vez
mayor complejidad–, debido a la liberalización internacional de las
finanzas, que no ha favorecido la consecución de una estabilidad
equilibrada y con menor volatilidad.
Resulta inaplazable
establecer un sistema de análisis permanente que permita los controles
de capital, la estabilidad de los mercados y la regulación y vigilancia
en el ejercicio de la actividad de los bancos centrales, sin olvidar su
coordinación con el sistema financiero internacional.
Los Estados
Los
políticos que aspiran al poder y consiguen la gestión y el gobierno de
los Estados pretenden cambiar las economías en base a su ideología
partidista. Entre la infinidad de obligaciones y responsabilidades a que
obliga tan alta misión, la más importante y transcendental es el
ejercicio de la economía política.
Ésta
es ajena a cualquier filosofía personalista. Sólo depende de los
mercados, de su coordinación internacional, de un sector empresarial
excelente y de la consecución de un bienestar social creciente. Los
planes de desarrollo nacionales deben ser estudiados, planificados y
sometidos al Gobierno por un equipo especializado y experimentado del
mayor nivel, para que aquel lo desarrolle y controle.
El
Estado debe asumir también obligaciones ineludibles, destacando entre
ellas las siguientes: respetar y exigir el cumplimiento integral del
presupuesto nacional; cumplir con el límite de déficit estructural
inferior al porcentaje máximo exigido por la UE y no permitir sobrepasar
el techo del gasto en cada uno de los capítulos presupuestarios
nacionales, regionales y municipales. El endeudamiento público sólo
puede conducir a la de- sestabilización y al fracaso.
Crecimiento necesario, pero controlado.
(*) Economista y empresario español